La palabra subasta tiene raíces históricas lejanas y viene originalmente del latín sub asta, bajo lanza, debido a que el reparto de tierras conquistadas entre los soldados participantes se señalaba hincando una lanza en la parcela ocupada en suerte. Asimismo la venta del botín de la guerra se anunciaba con una lanza y la venta se realizaba ante la misma.

No se conoce a ciencia cierta el origen ni el lugar donde comenzó su aplicación; ambos se pierden en la lejanía del pasado. Lamentablemente no hemos encontrado en nuestro país bibliografía al respecto, salvo en lo que se refiere a Grecia y Roma. Puede decirse, sin embargo, que durante la época en que el trueque era el instrumento que se utilizaba para negociar, no se recurrió a la subasta. La institución de ésta fue una consecuencia de la invención de la moneda, porque ella origino el contrato de venta. "Antes de la creación del signo monetario, cuya fecha no está suficientemente averiguada, no tuvo principio la institución de la subasta".
Las primeras noticias que sobre subasta se tiene se remontan hasta el siglo XIX antes de nuestra era, en la ciudad de Nínive, capital del reino de Asirá (Asia), donde se la empleaba para la venta de esclavos. Hay tradiciones que aseguran que Fenicia –constituida por un pueblo extraordinarios navegantes, industriales y comerciantes- empleaba también la subasta como instrumento de negociación. Poco grato para el estado actual de adelanto social resulta la mención de lo que ocurría en la grande y rica Babilonia (capital de la antigua Caldea), allá por el siglo V antes de J.C., y posiblemente desde mucho antes, donde además de subastarse mercaderías, se enajenaban también, al mejor postor, jóvenes casaderas.
Sin saberse a ciencia cierta desde que época la subasta de niñas núbiles era costumbre en Tracia (comarca de la antigua Grecia, y que hoy forma parte de Bulgaria) y en Iliria (región que actualmente pertenece a Italia, Austria y Yugoslavia).

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